viernes, 25 de febrero de 2011

Bipolar

Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver. Quiero volver. No quiero volver.

Así me encuentro yo a casi un mes de volver a casa. Depende con que pie me levante, hay días que me quiero ir ya para casa y descansar de esta gran aventura. Pero hay días que me ataría a un árbol a lo Tita Cervera.

Porque volver a casa no pinta mal: buen tiempo, acabar la carrera, reecontrarme a mi gente querida. Volvería bajo la vigilancia de mis padres, pero vengo dispuesta a reclamar la libertad e independencia que me corresponde con 24 años.

Pero esto es tan genial... Tengo mi independencia, que es una de las cosas que más valoro. La ciudad... No sé cuántas veces voy a decir lo que me gusta. Estoy en un punto del alemán que con dos meses o tres tendría un nivel útil. Quiero viajar mucho más. Y los amigos, obviamente.

Pero quiero volver... Pero quiero quedarme... Mejor disfruto de lo que me queda y ya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario